Cuando llegué a terapia con Efigenia, me sentía completamente desbordada. Era madre divorciada, criando sola a mis dos hijos pequeños, mientras lidiaba con un trabajo que me drenaba y con un padre ausente que no cumplía ni con la presencia ni con la manutención. Me sentía sin rumbo, gritaba más de lo que abrazaba, y había olvidado quién era yo fuera de todas esas responsabilidades.

Con el acompañamiento de Efigenia, empecé a recuperar mi valor personal, a creer en mí y a poner orden en la crianza de mis hijos. Aprendí a educarlos desde el amor, no desde el agotamiento. Poco a poco, mi vida empezó a transformarse: encontré una pareja que me respeta y me acompaña, mis hijos se sienten más seguros y felices, y conseguí un empleo que me permite brillar con mis verdaderas capacidades.

Hoy me siento plena, fuerte y agradecida. Esta terapia no solo me ayudó a sanar, me devolvió la vida.